Mantener los ojos bien cerrados

Anaïs Ordóñez
Hace apenas una semana, Moha Gerehou, periodista de eldiario.es y presidente de SOS Racismo, decidió publicar una fotografía en su Twitter en la que mostraba una protesta de un grupo de legionarios. «La cara que se te queda cuando pasas al lado de un grupo de legionarios que pide una calle para un franquista», es el texto que acompaña a la instantánea. Desde ese momento, las críticas al activista no han cesado.
Ya en el pasado mes de julio, Gerehou fue amenazado con subastar su cabeza por otro de sus tweets. Ahora, tan solo dos meses después, vemos cómo los comentarios han subido de tono, derivando en amenazas directas que atentan contra su integridad física.
Ante la situación, Moha ha recopilado las amenazas y las ha hecho llegar a la Policía, interponiendo así su segunda denuncia; no bastó con una primera. Comprobado queda, pues, que discriminar sale barato. Y yo me planteo, ¿quién ampara en estos casos a personas inocentes que, por luchar y defender unos derechos universales, sufren semejantes aberraciones y ponen su propia vida en riesgo?; ¿quién protege nuestras cabezas cuando un grupo de descerebrados quiere subastarlas?; ¿a caso es Twitter una red segura teniendo en cuenta que, días después de los hechos, continuaban abiertas las cuentas de aquellos racistas que amenazaron al portavoz de SOS Racismo en Madrid?; ¿no es sino responsabilidad de los organismos hacer justicia, concretar herramientas que erradiquen de una vez el racismo y la xenofobia, crear leyes que SÍ protejan a las víctimas?
Situaciones de este tipo son las que dejan al descubierto la pasividad del Gobierno ante lacras tan frecuentes como el racismo. Una impunidad que invita a viajar al odio, que favorece a discursos racistas por parte de aquellos que desprenden ignorancia por cada uno de los poros de su piel, sea ésta del color que sea.
Si de algo estoy segura es de que España es un país racista. Comentarios y amenazas como las que recibe ahora mismo el periodista Moha Gerehou no son, ni mucho menos, casos excepcionales. Tal y como muestra el informe anual sobre racismo en el Estado español publicado por SOS Racismo, durante este año han sido 247 los incidentes racistas y casi 100 casos más de delitos de odio.
Y ante ello, la sociedad prefiere cerrar los ojos. Mirar hacia otro lado. ¿Para qué mojarnos cuando no nos afecta? Mejor permanecer inmóviles hasta que ocurra la desgracia que haga cambiar la circunstancia. Mientras tanto, continuemos salvando únicamente nuestros 'pellejos' y no mirando por los del resto. Continuemos al margen de lo nauseabunda que llega a ser una sociedad que no tiene claro un derecho tan básico y universal. Y es que la diversidad de colores de piel no hace a las personas más débiles; ser distintos nos enriquece. Nadie es superior al resto. Abramos los ojos de una vez, por favor.

