El baile de las sumisas

Esther Gabaldón

Hace no mucho salí de fiesta con mis amigas. La noche transcurrió como otra cualquiera, estábamos todas juntas bailando y pasándolo bien. De repente sonó la canción ‘Picky, picky’ del cantante Joey Montana. Yo deje de bailar, por principios. Una de mis amigas se me acercó y me preguntó que por qué me había parado. «No bailo esta canción, está describiendo un abuso sexual y me parece una falta de respeto bailarla» a lo que ella me respondió «Ay Esther, no se puede ser así de radical, es solo una canción». No sé qué me sorprendió más, si el término radical que usó para describirme o el hecho de que me dijese que solo era una canción.
Soy mujer, y como tal me respeto. Lucho por mis derechos, y creo en la igualdad. Claro está, eso no significa que la gente que escucha y baila reggaetón no lo sea. Es música, guste más o menos. Y la gente tiene todo el derecho del mundo a escucharla. Pero, hay canciones y canciones. Cuando una chica baila mientras por los altavoces suenan frases tales como «dice que tiene novio pero yo no le creo, y es que se complica cada vez que la veo» (‘Picky, picky’, Joe Montana), «no te asombres, si una noche, entro en tu cuarto y nuevamente te hago mía… el egoísmo de ser dueño de tu vida, eres mía, mía, mía» (‘Eres mía’, Romeo Santos) o «si te falto el respeto y luego culpo al alcohol, si levanto tu falda ¿me darías el derecho a medir tu sensatez?» (‘Propuesta indecente’ Romeo Santos) está diciendo que no le importa.
Pero no toda la música es así. Hoy en día los cantantes de este estilo miden sus palabras para que no sean sexista, o por lo menos no lo parezcan. Aunque muchos de ellos siguen convirtiendo a las mujeres en meros objetos sexuales con sus letras.
Mi indignación no radica de verlas bailar reggaetón, no. Yo también lo bailo cuando salgo de fiesta (cuando sus letras no incitan al menos precio de una mujer). Mi indignación radica en que se acostumbran a que eso sea así. A que el reggaetón las menos precie. A que la sociedad no le reconozca sus derechos. A cobrar menos. A que nos cueste más llegar a altos cargos. A que el hombre siga estando por encima.
Se acostumbran, y bailan mientras un hombre les dice al oído que no se hagan las duras, que deben rendirse ante él. Bien sea esta noche, o mañana cuando salgas a buscar trabajo.
