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Sentido común con sentido del humor

  • Retrato de la asimetría del lenguaje

Neus Rufino Isach

Se abre el telón y aparece una joven delante de un mostrador. Imaginémonos que este mostrador es de un aeropuerto convencional, digamos que español. Nuestra protagonista mantiene una conversación tranquila con el dependiente. Llega el momento, la compra del billete. Se escucha una pregunta, que penetra en la conciencia y en el sentido común: ¿señora o señorita? Se cierra el telón. ¿A qué año asociaríais este trato de cortesía?


La ficción, a veces guarda similitudes con la realidad. De eso sabe muy bien la ilustradora Flavita Banana, quien ha denunciado a través de redes sociales, y con una viñeta, la asimetría del lenguaje. ¿Es coherente especificar el estado civil para obtener un pasaje? ¿Por qué solo se le exige a la mujer? La diferencia entre “señora” o “señorita” entraña significado y no una cuestión meramente gramatical. Las palabras hablan por sí solas, el lenguaje crea realidades sociales. 
 

Basta con pasearse por la Real Academia Española para entender el tratamiento sexista de la comunicación. Cuando hablamos de “señorita”, se asocia el término única y exclusivamente a la mujer soltera. En cambio, si caemos en la curiosidad de comprobar la definición de “señorito”… ¡sorpresa! Ninguna referencia al estado civil. Se le considera «hijo de un señor o de persona de representación» o «persona, especialmente si es joven, a la que sirve un criado». El contexto comunicativo, por tanto, no afecta a los barones a la hora de acuñar una cuestión personal. 
 

Quien distingue “señora” de “señorita” encarna, a mi parecer, un pensamiento retrógrado. La evolución de la mujer ha ido acompañada de grandes acciones como exigir el poder de voto, la igualdad de oportunidades laborales respecto a los hombres o superar el techo de cristal. Sin embargo, en las pequeñas actuaciones como reclamar un trato no sexista del lenguaje también se transforma la realidad social. El progreso pasa por romper aquello que nos distancia y nos cataloga en función de prioridades. 


Algunos tacharán mi postura de exagerada, otros compartirán el desajuste en los términos relacionados con el género. Pero los tratos de cortesía nos llevan al Medievo, a la dependencia y, en definitiva, a la desigualdad entre hombres y mujeres. La precaución pasa por ejercitar términos simétricos, solo con ello se garantizará el paso firme a la equidad. Y, ahora, ¿Es posible cambiar actitudes con el lenguaje?

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