Infancias perdidas

Alba Calvo
Imagina por un segundo que todo lo que crees seguro se desmorona, que tu tranquilidad se trunca. Empiezas a ver el horror de la guerra; la muerte, los gritos y las bombas que destruyen todo a su paso. Tienes que abandonar todo lo que siempre has querido para poder sobrevivir. Sin intentar mirar atrás, aunque es imposible, te juegas la vida para poder salvarte y al llegar te encuentras con más frenos, con vallas que te separan de la deseada libertad. Vives en condiciones infrahumanas y aguantando el desprecio y la humillación, como si tú fueses el delincuente y no la víctima. A tu alrededor corren y juegan muchos niños y niñas, que con su energía inundan todo de felicidad aunque parezca imposible. Están solos, ya que sus padres los abandonaron dando su vida para poder salvarlos. De repente esas risas cada vez se escuchan más lejanas, cada vez hay menos juegos, cada día falta alguno.
Por desgracia no hace falta imaginar esta situación ya que miles de personas la sufren a diario. Más de un millón de niños han llegado a Europa y según la Oficina Europea de Policía (Europol) «unos diez mil niños refugiados y migrates no acompañado han desaparecido sin dejar rastro tras registrarse en algún país europeo».
Y esta cifra puede ir en aumento, la Europol explica que«los pequeños son blancos fáciles para las redes de tratas de personas y otras organizaciones criminales». Y es que son los grandes olvidados, no se sabe nada de su paradero ni de su situación y parece que no se quiera saber. Muchos de ellos provienen de Siria y han tenido que cruzar el Mar Mediterráneo una de las rutas marítimas más peligrosas del mundo.
Viene a Europa huyendo del horror y ¿con qué se encuentran? Tal vez sean explotados sexualmente, utilizados como manos de obra o en el tráfico de órganos. Y utilizo la suposición porque no se conoce nada, es increíble que miles de niños desaparezcan y las autoridades no hagan nada. Cuando desaparece un ciudadano europeo comienza un dispositivo de búsqueda que puede durar meses y años hasta que se cierre el caso, es lo lógico, hay que velar por la vida tanto del desaparecido como de los familiares. Entonces ¿por qué no ocurre lo mismo en el caso de los refugiados?
La realidad es más compleja, a lo mejor nosotros mismos somos los verdugos en vez de sus defensores. Recientemente algunas asociaciones ciudadanas como Bienvenidos Refugiados o la organización Save the Children denunciaron que el destino de estos niños podría ser las fabricas de grandes multinacionales, la explotación laboral de marcas como Zara y Mango o las británicas Marks & Spencer y Asos que presuntamente emplean a menores subcontratados en Turquía para trabajar más de 12 horas al día, sin condiciones de seguridad y por un pago de 1,12 euros la hora.
Aunque parezca que estemos inmunizados ante la desgracia ajena y nos escandalicemos tanto con la propia es el momento de dar respuesta a todas estas incógnitas, sin olvidar que ya como refleja la Declaración Universal de los Derechos Humanos en su artículo 14.1 «En caso de persecución toda persona tiene derecho a buscar asilo, y disfrutar de él, en cualquier país».
