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La igualdad laboral sin ningún "género" de duda

Alba Calvo

¿Cuántas veces han escuchado la discusión sobre si las mujeres cobran menos que los hombres? Y es que ya sea en los medios, la universidad, el trabajo o en con sus amigos este es uno de los principales debates que surgen de manera recurrente en nuestra vida cotidiana.

Si bien se ha demostrado que esta afirmación no es cierta, tampoco es cierto que los hombres y las mujeres tengamos las mismas posibilidades a la hora de conseguir un trabajo. El término oficial para definir esta desigualdad es «​el techo de cristal», las barreras invisibles a las que se ven expuestas las mujeres y que les impide de esta forma alcanzar los niveles jerárquicos más altos en el mundo de los negocios.

 

La escasa ocupación de mujeres en los puestos de dirección y cargos de responsabilidad  en distintos ámbitos y organizaciones es una de las desigualdades más llamativas en las sociedades occidentales.  Las cifras son claras en el mundo todavía hay un 33% de compañías sin mujeres en la dirección y en España tan solo uno de cada cuatro puestos directivos de las empresas medianas y grandes está ocupado por una mujer según el informe Women in Business 2016. Estos datos resultan sorprendentes teniendo en cuenta que algunos estudios realizados, como el del Peterson Institute estadounidense, subrayan que las empresas con más mujeres al mando son más rentables que aquellas en las que los hombres siguen copando el grueso de las posiciones directivas.

 

En cambio estos datos no concuerdan con el nivel de formación, actualmente es mayor el número de mujeres que obtienen un título universitario, pero son ellos los que ocupan los puestos de mayor responsabilidad. Además de contar con un alto nivel educativo, las mujeres del siglo XXI tienen adquiridas características  psicológicas esenciales para asumir puestos de gran responsabilidad. Por su capacidad de racionalizar suelen tener una inteligencia emocional y habilidad lingüística superior a la de los hombres. Por otra parte, son más compasivas y empáticas, tienen más iniciativa estratégica, habilidad social, corren más riesgos, tienen una mayor capacidad de innovación e igualan a los hombres en el área de estabilidad emocional. Tanto es así, que la entidad de Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer ha reconocido que las mujeres son un recurso clave para promover la paz y la estabilidad, de tal forma que su participación en las negociaciones para poner fin a conflictos multiplica las posibilidades de que la paz sea duradera.

Ante esto cabe preguntarse ¿qué o quién sustenta este «techo de cristal»? no cabe duda que seguimos viviendo en una sociedad marcada por tradiciones y prejuicios con un gran carácter machista que aún se siguen viendo reflejados en muchos aspectos de la vida cotidiana y que afectan directamente al mundo laboral. Las mujeres se ven sometidas a una mayor presión, socialmente son ellas las encargadas de ocuparse del mantenimiento del hogar o del cuidado de los niños. Esta situación dificulta en gran medida su desarrollo profesional.

Pero ¿qué papel jugamos las propias mujeres en el mantenimiento de esta desigualdad? En ocasiones hacemos propias estas exigencias sociales que hacen muy complicado compaginar el mundo familiar del laboral. Tal vez es el momento de delegar y de olvidar ese viejo estereotipo que hace que asumamos más responsables porque es cierto que las mujeres podemos con todo pero no todo es cosa nuestra.

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